Fue uno de los balleneros más destacados de la Villa de Comillas. Junto a su familia, creará una saga marinera, mediante la creación de varias empresas, la adquisición de una importante flota de barcos y el establecimiento de una línea regular desde el Extremo Oriente.
Fijará su sede y sus empresas en Cádiz y si bien sus visitas al pueblo natal fueron escasas, parece ser que nunca dejó de hacer sus aportaciones económicas a la iglesia comillana.
Un sobrino suyo, Saturnino Fernández de Castro, licenciado en Filosofía y Teología, ocupó altos puestos de la Iglesia, llegando a ser Obispo de León y Arzobispo de Burgos, donde falleció en 1886.